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Femme Noir

Sola. Cenar sola nunca me ha gustado. Y aquí estoy, repitiendo mi más temida escena frente una copa de vino, esperando un corte sangrante. Herida. Rota y fragmentada.

Pero viva.

Ya soy habitual en la mesa central. Perfecto escaparate desde donde me observan. Sola, siempre sola. Pero ataviada como si esperara a alguien.

Un sedoso vestido negro exterioriza mi luto interno, con el único adorno del carmín intenso de mis labios rojos magnificados.

Protagonista fatal.

Mis piernas desnudas son recorridas insistentemente por pupilas indiscretas. Y más allá. Desde la punta de mis altos tacones hasta mi cabello azabache, siento el calor de bocas que me desean.

Sonrío para mis adentros.

Me apetece ser la esfinge misteriosa con la que fantasean. Empoderada, correspondo imaginando las habilidades sexuales de los que me devoran con la mirada.

Demasiado tiempo anestesiada.

Los vapores etílicos del rojo vino que juguetean con mi lengua, me aceleran el pulso punzante del instinto. El deseo contenido me hace presa.

Ya no puedo negarme a mi misma.

Comparto sonrisas furtivas con el pianista de cabello entrecano que no ha dejado de acariciar mis pechos con sus oscuras pupilas desde el primer día que entré aquí.

Su maduro atractivo me intriga.

A fuerza de cada aplauso reconoce mis gustos y, galante, acaricia el marfil de su instrumento.

Seducción in crescendo.

Su música me aturde, marca su ritmo acompasando en mi respiración, que de a poco se vuelve un gemido intermitente escondido detrás de sus acordes.

Me dejo llevar.

Cierro los ojos mientras deslizo la punta de mis dedos sobre mi cuello. Mi otra mano se pierde por debajo de la mesa, hundiéndose entre mis muslos.

La humedad me sofoca, necesito respirar.

Salgo a fumar. Apenas unos segundos después de la última nota, me sigue, se me acerca. Al llevar a mis labios un cigarro, me ofrece fuego de inmediato.

La llama violenta ilumina a medias mi rostro.

Su marina mirada me pretende hipnotizar. Insolente retiene mi mano, decidido me estrecha a su cuerpo y susurra en mi oído lo que habría de esperar.

Asiento tras un segundo de duda aparente.

Me escolta hasta su auto. Entro dócil, casi ingenua.

Me ataca sin apenas cerrar la puerta.

.
..
...
..
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Él me cree su presa fácil.

Pero hoy... yo soy la cazadora.

5 Comments:

  1. Anónimo said...
    Mi reina!!! Bienvenida al mundo otra vez...

    Tiempo, es todo lo que necesitamos para curar cualquier herida...

    Atte. Tu otro yo...
    Manos de felpa said...
    Solo el tiempo cura todo y de repente se le olvida curar en definitiva para no recordar.
    Me encanto el texto.
    te mando un gran beso Silver
    Anónimo said...
    PROVOCATIVOS TACONES:

    TE OBSERVO DE LEJOS

    BUSCAME MUY CERCA DE TI
    Anónimo said...
    La extensión, como en casi todos tus textos es precisamente... deliciosa. Las imágenes van de algún lugar común a un estilo único que las redefine y las hace auténticas...

    ¿Describo además lo que nos "despiertas" a todos?
    Oscura Tentación said...
    La respuesta a la pregunta es obvia...

    Descríbelo.

    Un beso

    Silver

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