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Sangre

Roja, voluptuosa. Satinada, intoxicante.

De gusto metálico. Fluída tentación.

Te anhelo.

Vampírico deseo de inmortalidad.

Métete en mis venas, envuélveme en tu oscuro manto.

Mítica bestia que trasgredes la razón.

Te pienso.

Ojos verde chartreuse, hipnotízame.

Bórrame el recuerdo, el sentimiento, el dolor.

Embriágame de olvido.

Dame de beber.

RUIDO

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Mi silencio dice más que mis palabras

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5 minutos

Nos ganan las ganas. Cualquier pretexto. Nos escapamos. Un baño. Entramos. Desesperados. Irracionales. Seguro puesto. Cierre abajo. Falda arriba. Me acribillas. Adentro. Afuera. Fricción. Húmeda. Empapada. Espasmos. Gimes. Jadeo. Ya no puedo. A punto. No te detengas. Afuera. Adentro. Hazlo. Frenética fricción. Termina ya. Hazlo. Estallo. Grito. Mis uñas en tu espalda. Tu éxtasis reflejado en el espejo.

Te me clavaste durante un instante.

Tu pasión me palpita dentro todavía.

Sirena nocturna

Madrugada sofocante.

Mi cuerpo arde desnudo en medio de la cama.

Sábanas que se pegan a mi piel húmeda y palpitante, enredándose en el subconsciente como lascivos tentáculos marinos.

Aire sinvergüenza que me recorre, acariciando los rincones más privados de mi anatomía, que sin recato reaccionan ante su toque.

Mi pasión animal se desata furiosa con los más pequeños estímulos.

De pronto, el tacto textil se transforma en carne, los labios céfiros se vuelven tuyos y te reconozco intoxicante penetrando mi fantasía onírica.

Dueño de mi, llegas imponiendome tu ritmo, usándome a tu antojo para satisfacer tus más perversos apetitos.

Tu sol al eclipsarse, se atreve a todo.

Pasas mis brazos detrás de mis muslos flexionados, atándome las manos a los tobillos para formar con mis extremidades una aprisionada mariposa expuesta.

Me sometes sin obligarme, dócilmente acato tu autoridad.

Amordazas mi boca en vez de mis ojos.

Sabes que al privarme de voz, dejándome observar a detalle lo que planeas hacerme, las voraces palpitaciones de mi centro me matarán lentamente.

Una lengua asesina recorre mi vientre, cinco dedos ansiosos recorren mi vértice, abriendome y jugando maliciosos con mi clítoris. Dos que entran contundentes para acariciar mis cálidos adentros.

Soy oceáno contenido a punto de desbordar.

Tu rostro desciende y cuatro labios se funden. Te deleitas con mi miel, sacias tu sed con mi agua dulce, bebiendote mi vida a cada sorbo.

Desfallezco.

Subes a besar mi cuello, me muerdes cual licántropo hambriento y calculadamente, justo en ese momento de delicioso dolor infinito, me das la estocada final.

Un grito ahogado escapa de mi garganta. Despierto jadeando, bañada en sudor.

Desapareces.

Como la proverbial sirena cuyos cantos sólo te endulzan los oídos, te regalaría mi eterno silencio a cambio de sentirte una vez más entre mis piernas.

Soy mujer que nace del mar.

Lluvia y metal

Te espero. Camino taconeando ansiosa con mis altas botas de cuero.

Negra la vestimenta. Rojo el corazón.

Un trueno ruge. Llueve como si el cielo necesitara desahogarse, ahogándome.

Estoy empapada.

Por fuera la ropa se me pega como una segunda piel. Por dentro, un néctar agridulce me moja los labios.

Llegas repentino, súbito como siempre.

Abro las piernas para subirme a tu caballo metálico. Me enrosco en tu cuerpo y arrancas violento.

La vibración inevitablemente me estimula, lanzo un gemido que sé que te hace erizar la piel.

Aceleras.

Corres aún más y me obligas a aferrarme a tu cintura.

Llegamos a un paraje. Solitario escenario que elegiste para no dejarme ir.

Empiezas sin rodeos.

Tus manos bestiales rompen los botones de mi blusa. Bajas los tirantes de mi brassiere y me expones a tu antojo.

Recargado en la moto, pegas mi espalda a tu pecho.

Largos dedos que se ensañan con la punta de mis senos. Al unísono tus dientes se clavan en mi nuca.

Tienes una vista perfecta de mi cuerpo en perspectiva y saberme medio vestida me excita de forma total.

Clavas con fuerza tus caderas en las mías... me exiges que te lo pida...

Mi exigua voz lo hace.

Con un veloz movimiento haces que sea mi vientre el que se pose encima del vehículo.

De un jalón me terminas de semidesnudar. Nunca del todo, es todo lo que necesitas.

Embistes. Toro de lidia hambriento de sangre.

Agonizo sobre el metal aún caliente. Vaporizo y el agua que escurre de la tormenta se confunde con mi sudor.

Ya no pienso. El delicioso dolor que me provocas nubla todo entendimiento.

Descubres una gota que rueda por mi mejilla y eso basta para que estalles magistralmente.

El mar más tempestuoso se desata también en mi.

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..
...

Observas mi rostro enternecido.

Tus labios recojen dulces la supuesta evidencia de mi cara.

Lluvia cómplice que se hizo pasar por llanto.

Sonrío cual Monalisa.

Yo sé un secreto que tú desconoces.

Líquido

Como agua entre las manos, me escapo. Fluyo, me vuelvo nada.

Transparente como soy, no me permito esconderme.

Puedes ver a través de mi, traslúcida, impúdica... imposiblemente escandalosa.

Es esta naturaleza exhibicionista la que me hace tener sed de tus ojos sobre mis letras.

Obsesión por tus miradas vouyeristas, que como la humedad se cuelan en mis más íntimos pensamientos.

Adicta a la culpa, me libero al no ser yo, sino un alter ego de mercurio líquido, que se fragmenta, se desliza y se vuelve a unir.

Dúctil, me transformo en lo que quieras, proyectas en mi tus anhelos y tus deseos más recónditos.

Me tienes en los labios y sin pedirte permiso, antes de que puedas reaccionar me escapo dentro de ti.

Soy agua para tu sed.

Miedo

Te paraliza, te carcome.

No lo quieres enfrentar, sabes que lo desconocido te espera al abrir la puerta.

Nulifica cualquier acción, te dispara el ineludible deseo de huir.

Es más fuerte que tú. Esa barrera invisible que a veces quisieras romper.

¿Qué va a suceder cuando lo hagas?

Te da pánico vivir sin miedo.

Topografía lunar

Diez lunares.


1. Sobre la comisura de mis labios.


2. Justo en el centro de mi hombro.


3. En mi dedo meñique.


4. Adornando mi pantorrilla.


5. En mis caderas.


6. Sobre mi pubis, semioculto.


7. En la frontera de mis piernas.


8. Al borde, en mi rodilla.


9. En medio de la hendidura de mi clavícula


10. Acariciando la base de mi pezón.


Me muero por saber qué harás con toda esta información...

Derritiéndome

Accediste a jugar con fuego.

Te reto a atizar el incendio.

Recréate con mis palabras. Esas que sabes que pronuncio con la intención de desatar tus pensamientos más perversos.

Desnúdame con tus pupilas. Navega debajo de mi vestido y descubre indicios de la ropa interior que elegí para que me la quites.

Atrévete con mi piel. Acaríciame clandestinamente, desliza tus manos sobre mi cuerpo, sedúceme con tus dedos como hasta ahora. Tan sólo un poco más.

Enciende la mecha. Lo necesito.

Te lo prometo.

No nos vamos a quemar.

Terraza

De regreso de la fiesta. Muy noche. La calle desierta. Subimos a tu departamento.

Vino. Queso. Pan. Charla trivial. Miradas asesinas.

Provocaciones calculadas.

- La luna se ve hermosa en el balcón

Truco fácil. No opongo resistencia.

Espacio privado que hace públicas tus actividades.

Tus labios en mi cuello. Vampírica obsesión que me fascina.

Mi mano en tu entrepierna. Creces al contacto de mis dedos.

Me quitas la blusa. Subes mi falda hasta el infinito.

Blanca ropa interior que se transforma, volviendos traslúcida en el centro.

Alguien pasa. Se detiene a observarnos. Instintivamente intento romper la escena.

No me lo permites. Lo disfruto.

Ojos curiosos adivinan mi silueta recargada en el barandal.

Tu sombra penetrándome.

Me volteas. Medio cuerpo inclinado. Exhibes mis mejores ángulos.

Ligero vértigo provocado por las violentas contracciones orgásmicas.

Intento cerrar los ojos, pero el escaparate exige que devuelva miradas suplicantes a nuestros febriles espectadores.

Sus cuerpos se balancean en una lúdica danza. Rítmica, tribal.

Me poseen a sus anchas sin tener que tocarme.

Tú lo haces todo por ellos y por ti.

Tus jadeos se apoderan del aire y escucho a lo lejos, como una respuesta, los gemidos de los otros.

Múltiples dedos recorren las zonas más vulnerables de mi ser. Lenguas cálidas que me reducen a estado líquido.

Colectivo desahogo que nubla mi entendimiento. Llegamos al unísono. Ellos, tú y yo.

Celoso amante, me tomas entre tus brazos y me retiras del balcón.

- Eres mía.

Ahora más que nunca sé que lo soy.

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